Desde la sociología se describe
la cultura como un conjunto de creencias, valores y actitudes que determinan la
forma de vivir de una sociedad y esto incluye la forma de pensar, de
comportarse y de interrelacionarnos unos con otros. La psicología social
entiende la cultura como un sistema compartido de creencias, valores y
expectativas con la finalidad que la conducta de sus miembros resulte
predecible, entendible, aceptable y valiosa. Desde esta perspectiva se entiende
que la construcción cultural de una sociedad a través de un sistema de
creencias y valores compartidos, genera unas normas sociales que regula la
conducta de sus miembros. Los valores culturales por lo tanto son normativos y
nos indican lo que es deseable y como debe estar configurada la realidad.
Describen los ideales de una sociedad.
Los estereotipos son definidos
como “…creencias que hacen referencia a grupos y que a su vez generan y
comparten en y entre grupos dentro de una cultura” Huici (1999); Allport nos
describe el proceso de categorización a través del cual agrupamos la
información que nos resulta útil para adaptarnos al mundo y Teifel (1969)
subraya que el estereotipo resulta una herramienta fundamental para simplificar
la realidad y organizar la información sobre grupos con los que
interaccionamos.
De los estereotipos pasamos a los
prejuicios y de estos a la discriminación, esto es un realidad social y nos
pone a todos en alerta porque nadie quiere ser juzgado y menos aún señalado (estigmatizado)
y aislado. Hay una necesidad de pertenencia grupal tan grande que nos
esforzamos en ser aceptados aunque sea a costa de nuestra propia libertad, es
decir, a costa de nuestras propias creencias y valores.
Brené Brown, trabajadora social,
conferenciante y divulgadora nos hace un análisis muy clarificador de cómo la
cultura, los estereotipos y la necesidad de ser admitidos por el grupo social actúa
sobre nosotros. Nos habla de la lucha por sentirnos aceptados, de estar a la
altura de las expectativas de los grupos a los que queremos pertenecer y en
excesiva preocupación por lo que los demás piensan de nosotros. Esto afecta a
nuestros sentimientos, pensamientos y comportamientos y se traduce en vergüenza;
vergüenza por mostrarnos tal y como somos, de pensar, sentir y actuar
libremente sin encorsetarnos en unos roles, valores y creencias que no son las
nuestras: y ser juzgadas negativamente, ridiculizadas y excluidas. Estamos hablando
de desconexión y de soledad. La vergüenza se encuentra en los sitios más
comunes como pueda ser nuestro aspecto físico, la maternidad, la familia, la
educación de nuestros hijos, el dinero, el trabajo, el éxito, etc. Este es el
entramado que forman la vergüenza, el miedo y las expectativas culturales, que
nos llevan a un laberinto relacionado con la salud mental, la depresión, los trastornos
de ansiedad y todo tipo de violencia.
Si concebimos la relación entre estereotipos, prejuicios y
discriminación desde la concepción clásica de las actitudes, según la cual, las
actitudes constan de tres componentes: cognitivo, afectivo y conductual (Fiske,
1998; Huici, 1999). El componente cognitivo estaría asociado al estereotipo, el
afectivo al prejuicio y el conductual a la discriminación. La visión de Brené
Brown encaja con esta conceptualización ya que desde su aportación como
investigadora social alude a la vergüenza y la autoestima. La vergüenza la
sentimos, es una emoción, es la manera de sentirnos cuando vivimos ciertas
experiencias; por el contrario la autoestima la pensamos, se basa en cómo nos
vemos y a lo que pensamos de nosotros mismos.
Uno de los estereotipos más estudiados por su influencia sobre
nuestras vidas son los de género. El termino género hace referencia a las características
psicosociales de la persona, como los roles, motivaciones y conductas que se
asignan diferencialmente a hombres y mujeres. Se trata de un conjunto de
creencias compartidas socialmente acerca de las características que poseen
hombres y mujeres. El estereotipo femenino está compuesto de creencias como que
las mujeres son emocionales, débiles, sumisas, comprensivas, cariñosas,
sensibles a las necesidades de los demás, Esto no quiere decir que lo sean,
solo que tienden a ser percibidas así. En el masculino, los hombres son duros,
valientes, dominantes, atrevidos, agresivos, competitivos, líderes; esto
tampoco se corresponde necesariamente con la realidad, es una percepción
generalizada. Pero también hay una segunda dimensión en los estereotipos de género
y es que a estas categorías a las que se adscriben a hombre y mujeres son también
las que se consideran deseables y se espera de hombres y mujeres, la
trasgresión a esta prescripción puede dar lugar a fuertes sanciones sociales
como la exclusión, la estigmatización, el prejuicio, la desconexión.
Emma Whatson en su discurso ante
las Naciones Unidas presentando el proyecto HeforShe nos describe muy bien cómo
pueden modular nuestra vida estos estereotipos de género. Cito textualmente: “…
Cuando tenía 14 años empecé a ser sexualizada por ciertos elementos de mi
imagen, a los 15 mis amigas empezaron a dejar sus equipos deportivos por que no
querían verse masculinizadas. A los 18 años mis amigos varones ya no eran
capaces de expresar sus sentimientos”. En otro momento nos dice: “…he visto
hombres jóvenes sufriendo de “salud mental” incapaces de pedir ayuda por temor
a que se sientan menos hombres, de hecho en el Reino Unido, el suicidio es el
mayor asesino de hombres entre 20 y 49 años, eclipsando accidentes de tráfico, cáncer
y enfermedades coronarias. He visto hombres hacerse frágiles e inseguros por
culpa de un sentimiento distorsionado de lo que constituye ser un hombre
desarrollado. Los hombres tampoco tienen el beneficio de la igualdad. No se
suele hablar de los hombres aprisionados por los estereotipos de género pero
puedo ver que lo son y cuando estén libres, las cosas cambiaran para las
mujeres como una consecuencia natural.
Por último, en mediación podemos
comprobar como muchos de los conflictos que se originan están influenciados
socialmente, que nuestra imposibilidad de llegar a una solución viene determinada
por procesos de influencia social y que las dificultades para llegar a acuerdos
en la mesa de medición también se ven condicionadas por estereotipos,
prejuicios, procesos de categorización, influencia grupal (familia, amigos,
compañeros, etc.). Sensibilizarnos y atender e identificar estos aspectos nos
puede ayudar a los mediadores a flexibilizar las posturas de los mediados para
llegar a acuerdos.
Interesante articulo, hay que releerlo varias veces por que te hace pensar. los estereotipos existen , pero hay tantas excepciones .Como las soluciones a un conflicto, generalmente hay varias y todas ellas buenas.
ResponderEliminarexcelente!!!!! articulo
ResponderEliminarMuy interesante el artículo que se podría sumar a este otro para desmitificar tópicos sobre la violencia contra la mujer
ResponderEliminarhttp://www.amediar.info/genetica-y-violencia/